NO SÓLO ES BROMEAR
Se acerca el inicio de la segunda temporada de KIDDING, esa serie de la que ya hablé una vez y en la que Jim Carrey calla bocas a sopapos y se redime como actor.
Realmente no sé si es una comedia o un drama o ambas cosas a la vez, pero sí sé que tiene una fuerza brutal y que el último capítulo de la primera temporada me hizo llorar.
Es algo parecido a la serie CRASHING, en la que un cómico intenta sobreponerse a todas sus desgracias, que son muchas, mientras intenta triunfar en el circuito de clubes de comedia y monologuistas, si bien esta serie es bastante menos «dura» que Kidding.
Esto me hace pensar en la cantidad de series y películas que enfocan el drama a través de la risa para acabar helándotela y haciendo que te preguntes de qué coño te estás riendo.
Y también hace que me mire en el espejo:
No tuve una mala infancia. Todo lo contrario.
No tuve una mala adolescencia. Tampoco fue la hostia. Sencillamente una adolescencia normalita, con todos los altibajos, inquietudes, miedos e inseguridades que un chaval cualquiera puede tener. Me iba la moda gótica, siniestra, grunge, Eric Draven, The Cure y todo lo que significase oscuridad. Encontraba luz en el drama y placer en la mortificación mental. Eso de ser un incomprendido, un paria, un miembro de un club del que el resto de la gente no forma parte… Como muchos otros me sentía especial. único y llamado para hacer grandes cosas. ¡Ay, los idealismos!
Luego creces un poco más y la realidad te da de hostias, tomas decisiones y dejas que otros las tomen por ti porque es muy cómodo, aciertas y te equivocas, los idealismos se van a la mierda y tu cuerpo se llena de cicatrices, tu sonrisa se vuelve agria y tu mirada se vuelve oscura.
Te has convertido en un adulto y ya sabes que esto va en serio.
Muy en serio.
Y ahí es donde, como y cuando decides cómo afrontar la vida, tu vida.
Veo mil mierdas al día: en mi trabajo, en la tele, en las redes sociales, en las calles.
Si me llevase todo eso a mi interior estaría roto (no como ahora, sino roto de un modo mucho más jodido), por eso me lo llevo a mi terreno, a la risa, a la sonrisa, a la broma, a lo que parece trivial.
Alguien me dijo: ¿Es qué no te puedes tomar nada en serio?
Cariño, jamás me lo he tomado todo tan en serio como ahora. Siento que me vida ha llegado a un punto de inflexión. Hasta cuando bromeo, que es casi siempre. Eso sí que es serio.