VA LA VIDA Y ME JODE EL HARDWARE

Esto le he hablado mil veces con mil personas:
Hay ocasiones en las que, o te paras, o te paran.
Y no lo hace cualquiera, sino la vida misma, y de la forma más inesperada.
Tiene mil maneras de ponerte en tu sitio la japuta.

No es que mi vida fuese una locura últimamente. Todo lo contrario. Estaba más tranquilo, me sentía bien conmigo mismo (me sigo sintiendo así), podría decirse que dentro de las penurias cotidianas que todos sufrimos, era meridianamente feliz.
Por eso me jodió más lo que me pasó.

Mira que suelo ser un buen cafre y no me estoy quieto… Pues esta vez lo estaba.
Y aún así…
Dos semanas de convalecencia (una de ellas hospitalaria con operación de por medio, y otra en la que el deber ha llamado más de la cuenta) dan para pensar sobre muchas cosas.

Sobre tu vida, sobre si lo estás haciendo bien, mal o regular, sobre si puedes arreglar cosas rotas o mejorar las que no funcionan al cien por cien.

Es como si la vida hubiese dicho: te vas a caer, te vas a romper la cadera y te vas a tirar una temporadita luchando contra tu cuerpo. Pero no te creas que va a ser por nada.
Te mando al taller mecánico porque llevo años diciéndote con señales luminosas que tienes que cambiar el chip de varias partes de tu cabeza y, como no me haces caso, ahora te obligo jodiéndote el hardware para que de una vez cambies el software.

No me has dejado otra, chaval.

Dos semanas dan para pensar mucho.
Sé que no habrá más toques de atención.
Ahora bien, no hay mal que por bien no venga.
Lección aprendida.

Next, please.

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